Descripción
Eso hace la poesía, implicarse en la revuelta salvaje de la delicadeza humana con el lenguaje menos humillante de todas las categorías del saber, la intuición de la palabra poética con que nuestro admirado Rodrigo Galarza, este ciudadano literalmente irrepetible que, a veces, como toda poética de la veracidad, toma trenes equivocados para llegar a sí mismo. Mal destino en poesía sería el de aquel que va seguro en el vagón de su certeza. La poesía es una aliada natural de la equivocación, del error ante la preceptiva, de la desobediencia ante el canon. Y Rodrigo, desobedece, Rodrigo altera la previsión de la costumbre para hacerse vidente, un huésped del insomnio creativo, un dialogante crítico con lo invisible del invisible, esa voz de lo oculto con la que establece plática todo discurso que aspire a poema, es decir a ser milagro del lenguaje y fundación crítica de la conciencia.
En este libro, Dietario del sur (Ruleta Rusa), la memoria se convierte en el pulso cerebral del universo, un territorio con gauchos y caballos de arcilla, un lugar donde la desolada tribu del corazón funda un espacio sagrado para el fulgor, para su celebración amorosa y sus ansias de vuelo, la pasión del pájaro, la voluntad de una escritura que desafía los principios gravitatorios para hacerse primordial recuerdo de las cosmogonías aéreas, o sea de las semejanzas que tienen algunos poetas con los pájaros y otros escribidores más realistas y pragmáticos con los ornitólogos.
No hace falta decir a qué categoría pertenece el que así canta y así y aquí mismo en este libro eleva la densificación de su estrella, esa luminosa palabra que es el puro centro de la existencia perceptiva del lenguaje, el poema como núcleo del significado en el círculo perfecto.
Rodrigo, el paradigma de su bondad y el desafío generoso de su inteligencia creativa, este hombre, peregrino y redentor entre todos los mendigos del mundo, para decirlo en la semejanza de sus propias palabras, ha conocido el enigma de la Esfinge, el misterio de la edad y del dolor, la herencia del frío y del fuego. Hay en su poesía, lo que equivale a decir lo que en él mismo vive, una persistente duración en la resistencia, un litigio de lo hermoso con la hermosura, de lo igual con lo mismo, como una hoja de hierba ante otra hoja de hierba, un bisbiseo de astros en el pasto de la noche. Existe en él lo mismo que habita en su poesía, los recuerdos de la fundación de lo natal, vos Francisco Madariaga: emponchado en cuero de jaguar…, alabanza del tiempo en que la felicidad construía la voluntad de un destino y las palabras eran alegres como un mediodía silvestre.
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