EL CASAMIENTO DE LA RAELA
ilustración de Eugenio Led

Mario Millán Medina: el chamamecero antropólogo
Nació en Colonia del Porvenir, Goya, en 1914, y falleció en 1977. Músico, compositor, cantante y guitarrista de chamamé y música litoraleña. Pertenece al cancionero popular del folclore argentino. Su rasguido doble El rancho ‘e la Cambicha, grabado por Antonio Torno en 1950, se convirtió en la grabación más popular de la historia de la música argentina con cinco millones de copias vendidas. También otros éxitos coronaron su carrera: Mi ponchillo colorado, El sargento Sapo, y El colimba, entre otros.
Antes de referirnos a nuestro asaltante de hoy es necesario establecer algunas diferencias entre la letra de una canción y un poema. Mientras que la primera está concebida para ser musicalizada, es decir, su alcance significativo está supeditado a la melodía que se le asigne y, cuando esto sucede, letra y música se convierten en un “todo” indisoluble capaz de generar emociones que, en la mayoría de los casos, repiten su camino de significación, ya que una canción es un artefacto casi cerrado. Por ejemplo: si alguien escucha por décima vez “Por Santa Rosa me voy al río” (exquisita letra cargada de recursos poéticos) probablemente vuelva a sentir la misma nostalgia (más allá del momento emocional del escucha) que sintió la primera vez; la letra del inagotable González Vedoya más la acertada melodía de Tarragó Ros crean ese bloque nostálgico-reparador de quien regresa al espacio sin tiempo de la infancia. Por otra parte, el “poema” es un artefacto lingüístico cerrado y abierto al mismo tiempo: se procura su ritmo y musicalidad con recursos propios que bien pueden abrir caminos semánticos; a su vez, su contenido participa de una especie de “oscura claridad” que nunca se descifra del todo, aunque sí se intuye, se deja habitar por la emoción de quien lo descubre. ¿Y qué es descubrir en este sentido? Experimentar el sabor de una guayaba sin que medie explicación. Pero resulta que cuando volvemos a algún poema que hemos leído hace tiempo redescubrimos que no solo estaba presente el sabor de la guayaba, sino también la música de la resina de los árboles.
Las letras y música de Mario Milán Medina denotan en primer término un profundo conocimiento del “ava” correntino, sobre todo el de las zonas rurales. Con una gran capacidad narrativa y de síntesis, sus composiciones pasan con naturalidad del humor al lirismo o a la tragedia, quizá porque entendió mejor que nadie la realidad correntina plagada de postergaciones y desigualdades. No ha de extrañar entonces que algunas de sus letras tengan afinidad con alguna sátira del antiguo Aristófanes, como por ejemplo “La pelota de cuero”, que narra el envío de tres gauchos a la luna montados en una pelota lanzada desde una base del Iberá; los hombres son impulsados por una gran gomera tirada por cinco mulas. Cuando van llegando a la luna, usan los ponchos como paracaídas y se desilusionan al ver “tierra cruica manté” (cabe señalar que el tema fue registrado antes de julio del 69). La comedia, que siempre exige poder reírse de uno mismo, aquí realiza una profunda crítica a una Corrientes atrasada. Y en sentido contrario, en “El curandero” un médico debe solicitar su servicio para que le cure un mal de amores: en cierto pasaje el médico le dice “señor curandero”, a lo que el propio curandero le corrige: “médico ha de ser”…
Aunque la métrica que utiliza Millán Medina en sus letras es irregular, puede señalarse que toma la estructura de los viejos romances españoles, sobre todo su carácter narrativo. En cada una de las composiciones queda patente su gran destreza para contar una historia (con ricos matices) en dos o tres minutos, historia que se introduce a través de una pequeña glosa que es dicha y no cantada; para luego sí dar paso a la letra misma tal como sucede en el diálogo que antecede al canto de “Rancho e la Cambicha” o en “El alma de la cañada”, que dice así: “Muchita gente de colorado nicó había llegado al pago / en aquel domingo de carrera / y a mi taitá le flameaba el pañuelito celeste / en la partida de su caballo / y cuando bajó el abanderado / mi taitá nicó ya le sacó como dos cuerpos de ventaja / sintiéndose una terrible descarga dejando un pago de duelo / una mujer enlutada / un fantasma en el bañado / y un alma en la cañada”; a partir de esta introducción se cuenta acompañado con música la conmovedora historia del niño huérfano que, ya adolescente, ve y habla con el alma en pena de su padre.
¡Salud, poesía y libaciones!

